La era de las diosas

La era de las diosas

 La era de las diosas: Cuando las mujeres vivían en plenitud prepatriarcal


En mis recuerdos y en las historias que han pasado de generación en generación, se cuenta de una época en la que las mujeres se sentían verdaderamente diosas, conectadas con la tierra, la luna y la energía vital que todo lo une. Esta era prepatriarcal fue un tiempo en el que la feminidad se celebraba sin tapujos y la autoestima femenina alcanzaba niveles insospechados, pues cada mujer se reconocía a sí misma como dueña de un poder sagrado.


La conexión con la naturaleza y lo divino


Recuerdo las leyendas que hablan de comunidades en las que la vida estaba íntimamente ligada a la tierra y al ciclo natural de las estaciones. Las mujeres eran las guardianas de este conocimiento ancestral, celebradas como intermediarias entre lo terrenal y lo divino. Su alta autoestima se alimentaba de esta conexión: al estar en sintonía con la naturaleza, cada gesto, cada ritual, se convertía en una afirmación de su valor y fuerza interior. Así, la vida cotidiana se transformaba en una experiencia sagrada, donde el reconocimiento del yo se fusionaba con la magnificencia del mundo natural.


La espiritualidad, el poder interior y una autoestima elevada


Lo que más me conmueve es la idea de que, en la era prepatriarcal, la espiritualidad era el pilar central de la existencia. Cada mujer se reconocía a sí misma como una diosa, dueña de un poder interior inquebrantable y, en consecuencia, disfrutaba de una autoestima que no dependía de aprobaciones externas. Esta autoafirmación no era fruto de una construcción impuesta, sino una revelación interna que impulsaba a cuidar, transformar y nutrir tanto a su comunidad como a la naturaleza que las rodeaba. El respeto y la admiración que tenían por sí mismas creaban una base sólida para una sociedad donde el potencial de cada mujer era celebrado y potenciado.


Un legado de sabiduría, empoderamiento y autovaloración


Hoy, al mirar hacia atrás, encuentro inspiración en esa época dorada. El legado de esas mujeres diosas nos invita a reconectar con nuestro ser auténtico, a reivindicar el valor intrínseco de lo femenino y a recordar que la fortaleza personal surge de conocerse y amarse profundamente. La elevada autoestima de nuestras antecesoras no solo les permitía liderar y cuidar de sus comunidades, sino que también nos ofrece una lección vital: reconocer y honrar nuestra propia valía es el primer paso para transformar el mundo que nos rodea.


Reflexión final


Este viaje a través del tiempo me hace soñar con un presente donde se reconozca y se celebre la fuerza de la mujer, tal como se hacía en la era prepatriarcal. Quiero invitarte a mirar hacia adentro, a descubrir esa chispa divina que te hace única, y a recordar que, en el fondo, todas llevamos en nuestro interior el espíritu de una diosa. Al reconocer y valorar nuestra esencia, podemos recuperar esa autoestima elevada que alguna vez definió a nuestras antecesoras, y así construir un futuro más consciente y equilibrado.




Este es mi homenaje a la época en la que las mujeres se sentían diosas, no solo por su conexión con lo divino y la naturaleza, sino también por la profunda autovaloración que impregnaba cada aspecto de sus vidas. Que este legado inspire a cada una de nosotras a reclamar el poder y la dignidad que merecemos.

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